martes, 1 de abril de 2014

EL BEBÉ, MI CALVA Y... ELLA

Todos recordamos nuestros primeros terrores de niños, cuando asociábamos elementos extraños a acontecimientos igual de extraños. Todavía recuerdo la vez que a mi hermana la atacó una máscara de escayola. Entonces estaba claro que aquella máscara era la causante de que mi hermana tuviese la mejilla roja y mis padres consolasen su llanto irremediable.

Por eso, desde que traje mi peluca nueva a casa, quise alejarla de la vista de L. y la colocamos en nuestro baño, donde apenas va. Pero entonces se convirtió en un trasiego de cabeza... que si cogía olores, que si se humedecía con la ducha... y siempre abriendo y cerrando puertas para que L. no la viese.

Hasta que nos relajamos en nuestras costumbres y un día, su padre me trajo a los dos al baño: al niño y a la cabeza blanca de poliespán. Y no creáis... se les veía la mar de bien juntos. L. había comenzado a tirar del pelo y no os lo vais a creer... ¡le estampó un beso en la mejilla! L. tiene 15 meses y todavía no sabíamos que era capaz de dar besos. Entonces le puse yo la cara y también me dio un beso maravilloso. Después le pegó un bocado en la nariz y tuvimos que quitarle alguna que otra bolita de entre sus dientecillos.

Ese día descubrí que como padres, no podemos prever todas las reacciones de nuestros hijos, pero a mí todavía me cuesta no sentirle una parte más de mí. Y bueno... lo más maravilloso de todo fue descubrir que L. ya sabía dar besos.

Y todo gracias a... ella.

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